PARA LEER. (Plantilla a plantilla). Así se están formando todos los equipos de la LFEndesa 2021/2022
1 de junio de 2013. Había escuchado mucho sobre ella, pero aquella cita del calendario tomé conciencia de lo que era en realidad Iris Junio. Ese día, el mayestático Multiusos de Guadalajara acogía la gran final del Campeonato de España Cadete, con un incipiente Rivas Ecópolis (apogeo del club en LFEndesa, al año siguiente sería campeón de liga, y con jugadoras que han llegado arriba como Inés Mata o Marta Hermida, entre otras) y un Gran Canaria 2014 La Caja de Canarias que buscaba el cuarto de los seis títulos consecutivos que llegó a acumular en el nacional de la categoría.
Y esa fecha quedó para siempre grabado, sentado en los coloridos asientos del pabellón alcarreño, en mi retina cómo el comprobar lo que era ver a una jugadora dominar. Poco antes de ese título, el club canario había triunfado (como hacía constantemente y sigue haciendo con Begoña Santana y Domingo Díaz en formación) en el CE Junior de Zaragoza, con una MVP que quizá les suene: Leticia Romero.
Pero lo vivido en Guadalajara con Iris Junio fue algo que mis ojos no habían visto. Más allá de los números (36 puntos, 11 rebotes, 10 asistencias, 11 faltas recibidas para 48 de valoración en esa final ante el cuadro ripense) estaba lo visto en el juego: una jugadora avanzada a su tiempo, que ejercía su maestría de base cuando podía hacerlo perfectamente en cualquiera de las cinco posiciones de la cancha, que pasaba con una facilidad inusual desde el bote. Además, reboteaba como una bestia y anotaba cómo y cuándo quería. En fin, la hija de la ex jugadora Puri Mbulito veía las cosas no uno, sino varios segundos antes que las demás.
Sólo así se explica que fuera MVP del Torneo y de la Final, además de ser la máxima anotadora y asistente del torneo en Guadalajara. Sus medias, 32 puntos, 8,9 rebotes, 8,3 asistencias, 9,9 faltas recibidas, 3,6 recuperaciones y 41,3 de valoración. Ahh, y con un detalle que quizá haya pasado inadvertido: en ese momento (nacida en 1999), Iris Junio aún era infantil.
Por aquel entonces, faltaban sólo unos meses para que batiera todos los récords de precocidad debutando en la máxima categoría nacional en su debut con Gran Canaria (14 años, 6 meses y 17 días). Era una persona formada en un cuerpo aún de adolescente. En su segundo curso en LF llegó a promediar más de 16 créditos valorativos (alcanzó de tope 30), con 9,9 puntos, 4,8 rebotes, 2,4 asistencias y 4,8 faltas recibidas ante cuerpos formados y con madurez en todos los aspectos para ser profesional.
2015 prometía terminar de consolidarla en la élite siendo tan joven... pero también fue el año en el que cambió su vida. Dos roturas de ligamento cruzado con apenas 9 meses de distancia frenaron sin airbag de por medio la proyección imparable de posiblemente la mejor prospect que hemos tenido en décadas en el baloncesto femenino español.
"Me precipité al volver después de la primera lesión", me contó en una entrevista un tiempo después cuando tuve la suerte de conocerla en la distancia. Más tarde se produciría en directo. Y por aquel entonces, comprobé lo que intuía: tan cercana en las distancias cortas como realista con su situación. Eso sí, siempre con una sonrisa.
Hoy, tras acabar su etapa universitaria en USA, Iris Junio pone punto y seguido a su carrera. El maldito desgaste, sobre todo psicológico. Quizá, pueda dar rabia pensar que ha quedado (ojalá que sea sólo un hasta pronto) por ver de ella en el profesionalismo. Pero es mejor pensar lo que ya nos ha dado. Porque en formación también se puede ser leyenda. Porque lo primero es la persona. Y porque Iris Junio ha sido simplemente Iris Junio. Única haciendo lo que hacía. Y seguro que en lo que la viene, el éxito está también asegurado.
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